miércoles, 23 de noviembre de 2011



Fue un caso de violencia política lo que dio origen a la conmemoración del 25 de noviembre como día internacional de la no violencia contra la mujer. En efecto, el asesinato a golpes de bate de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal en República Dominicana por encargo y bajo la dictadura de Trujillo despertó la conciencia de la opinión pública y se convirtió en el punto de partida de la caída del dictador. El crimen de las hermanas Mirabal, activistas políticas, fue un crimen de Estado.
Lo personal es político. Esta afirmación, más bien una sentencia, se ratifica en el caso de muchas mujeres que se han vuelto activistas y han descubierto su poder como agentes de cambio, cuando el poder público ha quebrado la paz de la esfera privada, motivándolas a hacer de su voz, la voz del pueblo. Es un hecho de violencia – en sentido amplio- lo que empuja a las mujeres a la calle.
Si bien la violencia contra la mujer es estructural, quiero referirme en esta ocasión a la violencia que se ejerce contra las mujeres de parte del aparato estatal -legitimado o no- por razones de conciencia, activismo político o ejercicio de la libertad de expresión.
La violencia política es una forma de relacionarse presente en toda sociedad. Tiene que ver con el uso de la fuerza para doblegar la voluntad del que se considera adversario o promotor de una forma dada de orden social, de tal manera de quebrantar sus deseos e intenciones. Asume diferentes formas, puede venir desde distintos actores sociales. Sus acciones más recurridas son la tortura, el secuestro con resultado de desaparición o muerte, la prisión por razones políticas, el magnicidio, el apartheid y el terrorismo de Estado.
Los países que se llaman a sí mismos islámicos, queriendo convencer con ello que siguen la reglas reveladas por el Corán y registradas por la Sunnah, no escapan a la realidad de la violencia política contra las mujeres.
Las Mujeres saben de qué se trata
Son muchos los casos en que el poder gubernamental ha descargado su furia con mayor o menos sofisticación contra las mujeres musulmanas, amparando su brutalidad en las leyes divinas. Al hablar de violencia política en los países islámicos, las mujeres saben bien de que se trata.
En Irán, lo saben, por ejemplo, Shirin Ebadi, premio Nóbel de la Paz, quien fue destituida como jueza y a quien se le prohibió ejercer como abogada en Irán, debido a su manifiesta defensa de los Derechos Humanos y oposición a los abusos de la República Islámica.
La activista pro-derechos humanos Nasreen Afzali fue condenada por un tribunal en su país a seis meses de cárcel y diez latigazos, en ocasión de una marcha a favor de periodistas feministas que estaban siendo procesadas. Afzali fue encontrada culpable de “alterar el orden público por haber participado en una concentración ante el tribunal revolucionario de Teherán”.
También, Narges Mohammadi, presidenta ejecutiva del Centro para la Defensa de los Derechos Humanos de Irán, quien fue condenada a 11 años de prisión tras ser declarada culpable de “propaganda contra el sistema” y de pertenecer a un grupo “cuyo objetivo es perturbar la seguridad del país”.
Somayeh Tohidloo narró en su propio blog el dolor y humillación que sintió al recibir 50 latigazos en la Prisión de Evin. La razón de esta crueldad fue haber insultado en su blog al presidente Mahmud Ahmadineyad. Somayeh fue encarcelada cuando participaba en la campaña del opositor Mir Hussein Mousavi que denunció el fraude masivo en las elecciones presidenciales de 2009 .Fue liberada después de pagar una fianza de 200.000 dólares pero se le condenó a 50 latigazos.
Lo supo muy bien Haleh Sahabi, la hija del destacado disidente Ezatolá Sahabi, quien falleció de un infarto este año tras un altercado con las fuerzas de seguridad durante el funeral de su padre, al cual asistió gracias a un permiso especial de la prisión en la cual cumplía pena por razones políticas.
En Siria, lo supo Zainab Hosni, de 18 años, natural de Homs. Fue decapitada, mutilada e incluso le arrancaron la piel del cuerpo. Fue secuestrada en julio de este año por hombres sospechosos de pertenecer a las fuerzas de seguridad sirias, en un intento de presionar a su hermano Mohammad Deeb Hosni, un activista que también fue detenido y torturado.
En Marruecos, lo saben Zahra Boudkour e Ihlan Hasnouni, dos de las presas políticas más jóvenes del Reino Alauita. Zahra fue liberada el 2010 y su caso saltó a la palestra no sólo porque era la única mujer del grupo sino porque fue sometida a vejaciones y torturas. Antes de ingresar en prisión permaneció cinco días en un sótano de la comisaría de la célebre plaza Jemaa el-Fnaa de Marrakech. Estuvo atada a un radiador y desnuda, según narró en noviembre de 2008 desde la cárcel de Boulmharez, en Marrakech.
Zahra tenía entonces la regla y el suelo de aquel calabozo estaba salpicado de sangre. Así la contemplaron los policías que la interrogaron y sus 17 compañeros de cautiverio de la comisaría. En las dependencias policiales "me golpearon también con una vara de hierro", recordaba desde la prisión. "Aquella comisaría fue un pequeño Guantánamo en versión árabe".
Hasnouni fue detenida por su participación en una protesta para pedir mejores servicios de alimentación en la Universidad. Una intoxicación provocada por alimentos en mal estado servidos a decenas de estudiantes que obligó a ingresar en hospitales a algunos de ellos. Los jóvenes se echaron a la calle, para exigir que la universidad se hiciese cargo de las facturas hospitalarias y se enfrentaron a las fuerzas del orden. La golpearon dándole patadas hasta que perdió el conocimiento.
En Egipto, lo saben Samira Ibrahim Mohamed y Salwa Hosseini, víctimas del abuso sexual llamado “test de virginidad” por parte de militares egipcios, con la intención de infligir un castigo aleccionador vinculado a una moral represora de la sexualidad femenina. También es posible –esperemos que no- que lo sepa Aliaa El Ahmady, quien por publicar su foto desnuda arriesga un castigo de 80 latigazos.
En Arabia Saudita, el mal del apartheid de género es despiadado y las mujeres lo sufren de manera cotidiana. La mujer saudita no puede votar ni conducir vehículos. No puede recibir asistencia médica en un hospital ni viajar sin la autorización por escrito de un tutor masculino. No puede cursar los mismos estudios que le están permitidos al varón y está excluida de ciertas profesiones.
Que se les haya reconocido a las mujeres el derecho a votar es un avance, sin embargo, aún subsisten serias inequidades en el acceso a la justicia. No hay que olvidar a las víctimas de las atrocidades sauditas. En 2002, se incendió una escuela y murieron 15 alumnas. Los guardianes de la moral - un cuerpo policial- no las dejaron salir ni permitieron que los bomberos las rescataran porque las niñas no llevaban el manto negro ni el chal que toda mujer debe usar en público.
Recientemente, Shaima Jastaniya fue detenida por conducir su automóvil al hospital. Fue condenada a un ser salvajemente azotada. Si bien el Rey anuló la pena debido a las protestas globales, un tribunal local confirmó su sentencia. Mientras ella apela a la corte, los clérigos sauditas ultraconservadores pretenden hacer de ella un ejemplo para las otras mujeres.
Sin embargo, la comunidad internacional seguirá agasajando a sus representantes sin pronunciar una sola palabra recriminatoria y esto tiene una explicación fácil: ese reino está sentado sobre la mayor reserva petrolera del planeta. En palabras de Mona El Tahawy: “La explicación más difícil –la que muchos, demasiados, evitan– es que los sauditas han conseguido poner en un brete al mundo cuando atribuyen el maltrato de la mujer amparándose en motivos religiosos”.
Pero ¿Es la religión la que permite y legitima estas atrocidades contra la integridad y los derechos humanos de las mujeres?
Islam y Derechos Humanos
El Islam es una religión de paz. No hay nada en el Corán o en la Sunnah profética, en la doctrina o en la ética islámica que permita, estimule o justifique la violencia contra las mujeres en ninguna forma y bajo ninguna circunstancia. Aunque la idea que se tiene en occidente es que la violencia de género en estos países es producto de la religión, el reconocimiento a los Derechos Humanos para hombres y mujeres en un plano de igualdad, encuentra en el Corán su fuente original.
Existe una Declaración de los Derechos Humanos en el Islam (DDHI), también conocida como Declaración de El Cairo (1990).Es una declaración por parte de los estados miembros de la Organización de la Conferencia Islámica que proporciona una visión general de la perspectiva musulmana sobre los derechos humanos y fija la Sharia – ley islámica, en sentido general- como su fuente principal. La DCDHI declara que su objetivo es ser una guía para los estados miembros de la OCI en el campo de los derechos humanos. Generalmente, esta declaración se considera como homólogo y respuesta a la Declaración Universal de los Derechos Humanos redactada por Naciones Unidas en 1948.
Pero aún si esta Declaración no existiese, no comprometería en lo absoluto los derechos inalienables de la humanidad. En el Islam, todas las personas son profundamente iguales. Cada ser humano es por tanto parecido a sus semejantes; la humanidad forma una comunidad fraternal al servicio de un único Dios. En este contexto espiritual, el concepto islámico de unicidad es dominante y central; comprende necesariamente el concepto de unidad humana y la fraternidad entre los seres humanos.
Dice el Corán: “¡Creyentes! Sed íntegros ante Dios cuando practiquéis la justicia, que el odio a un pueblo enemigo no os incite a obrar injustamente. ¡Sed justos! Esto es lo más cercano al temor de Dios” (Corán, 5:8).
La vida es sagrada y no debe ser tomada ni atropellada sin razón. Cuando se viola el carácter sagrado de la vida humana matando a una persona sin causa justificada, el Sagrado Corán lo compara con la muerte de la humanidad entera. “(…) Aquel que matase a un apersona que no hubiera matado ni que haya corrompido en la tierra, es como si hubiera matado a toda la humanidad”.
Dijo el Profeta Muhammad (saw) que no hay diferencia entre un árabe y un extranjero (no árabe), entre un hombre y una mujer, entre un rico y un pobre excepto por la piedad, la conciencia de Dios. Aquella persona que se respete a sí misma, estará definitivamente en favor de la implementación y vigilancia de los Derechos Humanos.
El Islam no permite oprimir a nadie y menos aún a las mujeres, los niños, las personas mayores, los enfermos y los heridos. La castidad y el honor de las mujeres deben ser respetados en todas las circunstancias. Aquel que padece hambre debe ser alimentado, aquel que no tiene ropas debe ser vestido, los enfermos deben ser atendidos, sin importar si son musulmanes o no.
Los Derechos Humanos son conferidos por Dios y en consecuencia, ninguna asamblea legislativa del mundo, ningún gobierno en la tierra tiene derecho o autoridad de modificarlos o abrogarlos. Tampoco se trata de reconocer los derechos humanos fundamentales en papel y violarlos en la práctica cuando sea conveniente por razones políticas.
Algunos de los Derechos Humanos otorgados a hombres y mujeres en el Islam son: Las libertades individuales y presunción de inocencia, El derecho de protestar contra la tiranía, libertad de expresión, libertad de asociación, libertad de conciencia y convicción, protección de las libertades religiosas, protección contra el encarcelamiento arbitrario, igualdad ante la ley, principio de que los dirigentes no están por encima de la ley y el derecho de participar en los asuntos del Estado.
Queda claro.Las garantías llamadas constitucionales así como los Derechos Humanos están reconocidos en el Islam, no sólo para los musulmanes, sino para todas las personas más allá de las fronteras de la religión. El Islam ha establecido el marco de los Derechos Fundamentales y Universales para la humanidad entera, que deben ser observados y respetados, en todas las circunstancias.
La Postura del Feminismo Islámico
En el análisis de las fuentes originales del islam, ha encontrado el Feminismo Islámico su sentido y razón para abogar por la justa reivindicación de las mujeres dentro de la comunidad musulmana a todo nivel, exigiendo el reconocimiento de la igualdad de género, al decir de Laure Rodríguez “como un eje trasversal del Islam.." y elevar el estatus de las mujeres "..a ciudadanas de pleno derecho, en equilibrio con el género masculino”.
Para el Feminismo Islámico, la conciencia de que la igualdad de género es un valor irrenunciable impone la obligación de oponerse a los abusos que atenten contra ella. Como sostiene esta autora “Existen interpretaciones que privilegian actitudes patriarcales que no tienen su fundamento en el mensaje igualitario del Corán sino en la tergiversación de las lecturas desde una perspectiva patriarcal”.
Entonces, el problema no es Dios ni su mensaje, sino el Patriarcado y sus interpretaciones violentas, machistas, aberrantes e injustas acerca del mensaje divino; el Patriarcado y su falta total de respeto y misericordia; el Patriarcado y su miedo a la justicia social, a la libertad de la humanidad y al potencial transformador que posee el género femenino.
Un Estado que se declara islámico, no puede utilizar la violencia política ni su autoridad de coerción de manera irrestricta .No es aceptable entonces que un gobierno islámico pueda ejercer algún tipo de violencia política o presión ilegítima sobre sus ciudadanas. Si lo hace es, entonces, un gobierno mentiroso, tirano y misógino, al usar la religión para apoyar sus crímenes contra las mujeres.
Para terminar, cuando recordamos a quienes lucharon y han visto su vida perdida o vulnerada en nombre de la justicia social y renovamos nuestro compromiso por la igualdad, la equidad y el término definitivo de la Violencia contra las mujeres en el mundo, son pertinentes las palabras de Yaratullah Monturiol, investigadora del Corán: “…tiene que establecerse el estatus igualitario y fraternal que nos enseñó el Islam hace más de catorce siglos. Para ello, las mujeres deben recuperar los espacios usurpados y el patriarcado debe perder su hegemonía por el bien común. Así que, quien esté gobernando necesita que el pueblo le recuerde diariamente, que ha de ser su humilde servidor y no al revés”.
Fuente:
Vannesa Rivera
web Islam
webislam.com

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