miércoles, 12 de septiembre de 2012


Por: Pedro David Pérez Torres
Especial para “Vox pópuli Latinoamérica”

Fue en Argentina donde todo comenzó. Una vez finalizada la dictadura,  recuperada la democracia y entrara en funcionamiento La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), se creó el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) organizado por el antropólogo estadounidense Clyde Snow y que contaba con el total apoyo de las Madres Plaza de Mayo.

José Pablo Baraybar (izquierda) Fundador y Presidente del Equipo Peruano de Antropología Forense; Luis Fondebrider (Derecha) Fundador y Presidente del Equipo Argentino de Antropología Forense
Este equipo se dedicó a la exhumación de cuerpos de personas sin identificar en muchas tumbas a lo largo de todo el territorio argentino y que pertenecían en su gran mayoría a los desaparecidos de la dictadura. Fue así como este equipo de jóvenes antropólogos recibió el apoyo internacional, y además, fue visto como una gran forma de reconstruir la memoria con métodos científicos.
Tiempo después Clyde Snow organizó La Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), que hoy encabeza el antropólogo Fredy Peccerelli. En Perú, antropólogos peruanos que forman parte del equipo forense multinacional del Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, fundaron el Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), que se dedica a la investigación forense y a la búsqueda de los mas de 15.000 desaparecidos que dejó el conflicto armado interno que tuvo lugar en el país inca entre 1980 y el 2000.
 El crecimiento de estos equipos latinoamericanos ha sido de grandes proporciones, gozan de gran reconocimiento internacional y han capacitado personal forense y judicial en países como Etiopía, Camboya, República Democrática del Congo, Filipinas, Colombia, El Salvador, Nepal, Venezuela, entre otros.
Tanto el EAAF, FAFG y EPAF han demostrado su total compromiso con las familias de los desaparecidos, han generado una confianza al ser independientes  y no solo se limitan a las cuestiones técnicas, sino que también van mas allá, tratando de generar consciencia con respecto a la desaparición forzada y apoyando proyectos de memoria en las comunidades donde han realizado sus labores.
La antropología forense latinoamericana está comprometida con la búsqueda de la verdad científica de los hechos. Una verdad que no solo favorecerá las investigaciones judiciales en casos de desaparición forzada, es una verdad que principalmente favorece a las víctimas al tratar de responder todos los interrogantes sobre los cuerpos exhumados, siempre y cuando los huesos nos lo permitan. Es una verdad que contribuye a la reconstrucción de la memoria y devolverle la voz aquellas personas que fueron silenciadas por medio de la desaparición, para que sus cuerpos aporten elementos para la búsqueda de la justicia.

Exposición de bordados en el marco del VII Congreso Latinoamericano de Antropología Forense en Ayacucho-Perú realizados por los familiares de desaparecidos.

La meta es identificar cada uno de los cuerpos N/N’s que dejaron los conflictos armados y las dictaduras. Una meta que no es fácil; hay que tener en cuenta intereses políticos, presupuestos, patrocinadores y garantías de seguridad, dado que en algunas ocasiones se presentan amenazas de muertes, como las que se ocurría en Guatemala contra Fredy Peccerelli y su familia en el 2011.
Actualmente la FAFG se encuentra almacenando información genética de los familiares de los desaparecidos para fines de identificación en el marco de la campaña “Mi Nombre No es XX”. En Perú recientemente el EPAF ha realizado campañas de toma de muestras de ADN en Lima y las principales provincias de Ayacucho, con el fin de tener información genética de los familiares de los desaparecidos y poder cotejar datos que conlleven a una identificación positiva.
Hay una cosa que destaca a la antropología forense latinoamericana, y es precisamente el carácter humanitario que esta tiene, al trabajar en países donde la violencia fue de carácter epidémico, las desapariciones de forma sistemáticas y donde las víctimas se cuentan por miles. Se estima que en el Perú el conflicto armado dejó más de 15.000 desaparecidos, en Guatemala el estimado es de 30.000, en países como Colombia las cifras que manejan las ONG’s es de 60.000. Detrás de esas alarmantes cifras hay familias que viven en la incertidumbre esperando conocer el paradero de sus seres queridos y la verdad de que paso con ellos.  

Fredy Peccerelli (Derecha) presidente de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala, recibiendo el premio Alba-Puffin, en la ciudad de Nueva York. Fotografía: www.fafg.org

Uno de los aportes más importantes para los familiares de los desaparecidos, es cuando las labores forenses llegan a su final con identificaciones positivas. Para llegar a este punto se pasa por un largo camino desde las entrevistas, la investigación preliminar, el proceso de búsqueda y exhumación, análisis de laboratorio y cotejo de datos antemortem y postmortem obtenidos durante todo el proceso. La identificación de un cuerpo y su devolución a la familia es una forma de reparación, con la entrega se cierra una etapa de incertidumbre, permite que la familia pueda elaborar un duelo y que puedan realizar una sepultura de acuerdo con  sus tradiciones culturales y religiosas.
La principal evidencia son los huesos, ellos tienen su propio lenguaje, y que mejor traductor que un antropólogo, quien será el encargado de mostrar que quieren decir, con el fin de encontrar una verdad científica y objetiva que conlleve a una verdad judicial; devolverles el nombre, devolverlos a sus familias y que puedan descansar de una manera digna.

En Twitter: @pedroperezt 

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